Art.Nº2: Los Hornos de Calcinación de la Mina Catalina

     Cuando vi por primera vez una foto de los hornos de calcinación de la mina Catalina, no tenía ni idea de qué eran y mucho menos de para que servían. La verdad es que me llamaron mucho la atención, tienen una elegancia y una presencia que mucha arquitectura envidiaría. Intuía que era una construcción relacionada con la industria vizcaína, pero poco más. Es por ello que decidí despojarme de la incertidumbre e investigar su origen.

     La industria minera vasca ha tenido una notable importancia en el pasado, sobre todo a partir del último tercio del siglo XIX, ya que la demanda de mineral de hierro vizcaíno aumentó especialmente en esta época para la obtención de acero.

     La zona de las Encartaciones fue por naturaleza rica en hierro, es por ello que a finales del siglo XIX fue una zona próspera en el ámbito de la minería. La explotación del valle de Sopuerta fue muy intensa, como lo demuestran las 20.000.000t de óxidos que se obtuvieron de dicho valle.

     Inicialmente se aprovechaban únicamente los minerales de mayor ley, pero como  todos bien sabemos, la materia prima no dura eternamente. A finales del siglo XIX, el agotamiento de estos minerales obligó a las empresas a empezar a utilizar minerales de menor calidad, entre los cuales se encontraba el carbonato de hierro. El carbonato necesitaba de un tratamiento previo para que su uso en el alto horno fuera rentable, es por ello que se crearon los hornos de calcinación.

     A lo largo del siglo XX, el carbonato de hierro fue de los minerales más abundantes en las minas vizcaínas, y es por ello que los hornos de calcinación se convirtieron en la piedra angular de la minería de la época. Desgraciadamente es necesario añadir que en realidad el uso del horno de calcinación fue el inicio de la decadencia del sector minero.

     Es en este contexto donde se sitúan los hornos de calcinación de la mina Catalina. El carbonato de hierro que se extraía de esta mina situada en el barrio El Alisal de Sopuerta, se calcinaba en el interior de estas dos impresionantes obras para así lograr una materia prima de mayor calidad.

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     Los hornos de calcinación de la mina Catalina me han dado dos lecciones que espero no olvidar nunca:

     La primera es que desconocía por completo la importancia que tuvo la minería en Bizkaia. A base de leer e investigar el origen de los hornos de calcinación, he descubierto que estos eran simplemente una de las últimas piezas de un gran imperio como lo fue la minería. La industria minera fue imprescindible en Bizkaia y me avergüenza darme cuenta de que no tenía ni idea. Actualmente está muy de moda no saber de dónde venimos o que fue lo que dio esplendor a la provincia en la que hoy en día vivimos. Otra vez más el ser humano se olvida de lo que fue y lo abandona para simplemente centrarse en lo que será.

     La segunda lección tiene que ver con la arquitectura. Los hornos de calcinación de la mina Catalina son el ejemplo perfecto de que el concepto de la arquitectura se creó por que había una necesidad, es decir, el objetivo principal de la arquitectura es que debe cumplir las necesidades por las cuales se ha decidido construirla.

     Esta arquitectura ha ido evolucionando a lo largo de las décadas en materiales y formas con el único objetivo de ser competente en su sector y sacar el mayor rendimiento. Inicialmente los hornos eran cilíndricos y de mampostería de piedra. Posteriormente se comenzó a construir la cámara de ladrillo y con forma de tronco de cono, es por ello que se le añadieron  grandes anillos metálicos para evitar que la cámara se resquebrajase. Finalmente se les añadió una chimenea para aumentar el tiro de la combustión. Y así una larga lista de cambios que tenían como objetivo optimizar dicho proceso.

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     La forma, los materiales, las dimensiones, todo está pensado, todo tiene su explicación, no hay lugar para el ornamento. Nadie perdió el tiempo en pensar si esta arquitectura seria bella o no. Pero décadas de esfuerzo para obtener un proceso de calcinación más eficiente han derivado en una arquitectura bella. Esta arquitectura es un ejemplo a seguir, ya que en los últimos tiempos anteponemos la belleza a la funcionalidad, y si tenemos que sacrificar un espacio para conseguir algo innovador y exclusivo no dudamos en hacerlo.

     Hemos olvidado que el esfuerzo de crear una arquitectura que cumpla dicha necesidad también es capaz de ser bella por sí misma. Sin la necesidad la arquitectura no existiría. En muchas ocasiones perdemos el rumbo y obras como los hornos de calcinación de la mina Catalina son las que nos ayudan a poner los pies en la tierra.

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M. Beldarrain-Calderón

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